Las miserias siguen siendo las mismas

Comentario sobre la obra teatral Solo por ella

Ambientada en los años ‘30, Solo por ella cuenta la historia ficcionada de las vivencias en un conventillo porteño tras la desaparición de Raquel Liberman*, inmigrante polaca que desnudó el ejercicio de la trata en  Argentina durante aquella época.

Bajo la interrogante de dónde está Raquel que se mantiene durante toda la trama, siete personajes conviven entre la realidad que les toca y la presunta falta de posibilidades con que los parió la vida. Hay quienes esperan y quienes sueñan, quienes desean lo ajeno y quienes depositan la felicidad en el futuro. También quienes especulan con esta felicidad y manifiestan entramados de grandeza. Están quienes parecieran inmutables, a quienes la miseria no los toca o no sienten su caricia. Y por supuesto también, aquellos que transcurren sus días sin más.

Es una producción con sello Feliziani, donde la fotografía de sus instantes mantiene la cadencia del teatro de imagen, característica en la que las situaciones de opresión parecieran traducirse en figuras donde el cuerpo se convierte en el instrumento principal.

Este sello se escabulle también en la poética de su dramaturgia colectiva, donde los retoques finales sobre la historia erigida en conjunto como producto de improvisaciones e investigación, exponen la metáfora de la contradicción y las vísceras esparcidas de la pasión como guía del proceso artístico.

En la puesta en escena de la obra mantiene fidelidad con los requerimientos de un teatro de época ambientado en los años 30. En esto el montaje y vestuario se suman a la música y puntos de tensión cortan no solamente entre segmentos de la historia, sino como sublimación de conflictos personales o entre partes que decantan rítmicamente y a su vez, en miserias que siguen siendo las mismas.

La presunta evolución de la sociedad tantísimas veces parece escabullirse o esconderse por las capas bajas de la piel. Los avances son evidentes y pueden cuantificarse, más no cualificarse en profundidad. Las contradicciones están a la orden del día y a pesar de que constitucionalmente las diversidades han adquirido cuantiosos derechos, y la apertura seguida por la deformación de preceptos antiguos pareciera expandirse cada vez con más fuerza; la realidad es que en el del cotidiano nos encontramos con micromachismos y macromachismos que se manifiestan sin mínimo reparo de época ni contexto. Se develan en actitudes ejercidas desde ellos hacia ellas, desde ellas hacia las demás y desde ellas hacia ellas mismas.  

Es así que las infelicidades de un grupo revelan como muestra poblacional lo que ocurría hace 90 años y paradójicamente cruza aún hoy. Sucede que tristemente, pasa el tiempo y más allá de las décadas ganadas y perdidas, las miserias siguen siendo las mismas.

Una obra de denuncia, que trae del pasado un presente en el que docenas de chicas están secuestradas en condición de esclavas sexuales, siendo sometidas a las mayores inhumanidades producto de la propia contaminación de la sociedad. Del alejamiento de lo real y la identificación como fortaleza entre los hombres de la mujer como objeto y propiedad, resultado asquerosamente del sistema patriarcal enraizado en la deformidad de valores y educación.

Es que las miserias siguen siendo las mismas y ante ellas, el arte una de sus mejores contrincantes. Utilizar los espacios artísticos para fortalecer y fertilizar un camino de vislumbre en la evolución social, es un grato excedente en los procesos que decantan los estados interiores y que conectan paradójicamente, con el costado más espiritual de las personas. Porque la abstracción en el momento de la creación, eso también es comunión de espíritu.

Ficha técnica:
- Dramaturgia colectiva.
- Dirección: Silvana Feliziani.
- Elenco: Darío Abreu, Marcelo Brunialtti, Ornella Cucchetti, Elida Nahuelcheo, Gladys Graciela Oses, Graciela Pareja, Mauricio Villar.
- Escenografía: Pablo Aguirre.
- Vestuario: José María Cobo.

­*Su denuncia desmanteló una red de proxenetas de la época y vislumbró el tenor prostibulario del Buenos Aires de los ‘30, donde cientos de inmigrantes llegaron al país huyendo de las miserias del coletazo bélico mundial, favorecidos por la apertura de los gobiernos latinoamericanos que fortalecían la política migratoria para dar rienda a la formación de las economías de mercado.

Juliana Dolores Biurrun

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