Redescubrir el poder del cerebro

Un repaso por los dichos de Estanislao Bachrach en Neuquén

Estanislao es Doctor en Biología Molecular. Se recibió de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y continuó sus estudios de maestría e investigación en Europa y Estados Unidos. Tras una crisis emocional por un choque de intereses laborales emocionales, se inició en prácticas relacionadas al hacer holístico. Yoga, meditación, reiki y espiritualidad entre otras, fueron algunos de los caminos que recorrió para reencontrarse con el equilibrio perdido.

En esa búsqueda puso en práctica con él mismo lo que había estudiado sobre neurociencias durante más de quince años. Como un nerd confeso sistematizó en acciones diarias una serie de tips que la ciencia comprueba, optimizan el funcionamiento del cerebro y mejoran su rendimiento para el uso más eficaz. Así se convirtió en divulgador científico y publicó el best seller "Ágil Mente". Lo que se escribe de acá en adelante es algo de lo que él nos cuenta.

Para empezar el recorrido hay que hacer hincapié en que desde épocas  prehistóricas, el cerebro humano está preparado fisiológicamente para ahorrar energía. En tiempos de cavernas las personas vivían en estado de alerta permanente por posibles ataques de animales salvajes. En consecuencia, para responder con velocidad, escapar y sobrevivir, necesitaban disponer del mayor flujo de energía posible. De ahí el “instinto cerebral” de conservarla para la mejor reacción.

A medida que el homo evolucionó su cerebro lo hizo en tamaño y complejidad. La parte más antigua se denomina Reptiliana y es la que responde al instinto. Se ubica en el centro de la masa. La segunda es la Límbica que recubre a la primera y se vincula con lo social y emocional.  Por último apareció el denominado Córtex que se sitúa en la parte frontal de la cabeza y es el encargado de la razón y la lógica.

Para imaginar el tamaño del Córtex podemos visualizar al espacio de un metro cúbico dentro de una galaxia”, explicó Estanislao. Este sector ínfimo materialmente es el responsable de las funciones cognitivas del sujeto. El analizar, comprender, memorizar e inhibir otros pensamientos para procesar el entendimiento ocurre allí.

También hay que tener en cuenta que la palabra mente no es sinónimo de cerebro. El último se refiere específicamente a lo físico del órgano: Las conexiones neuronales y sistemas que se desarrollan en él; mientras que la mente está conformada básicamente por las emociones. La dialéctica entre ellas las modifica y retroalimenta continuamente. Es decir que la mente moldea al cerebro con el ejercicio de los pensamientos y el cerebro interviene en la mente a través de reacciones químicas.

En este sentido aún en estado adulto, “somos como niños cuando se los estimula durante su desarrollo. Si destacamos hacia nosotros mismos lo positivo, los resultados se optimizarán y la mente se fortalecerá en esa dirección”, aseguró Bachrach. Por otro lado, si algo fallara a nivel sintético, su funcionamiento y respuestas se verían modificadas.

En este punto surge una salvedad obvia pero no menos importante: Nada de lo anterior se alcanza sin el trabajo necesario de enfoque, energía, intención y búsqueda. El conocimiento e indagación conciente en uno mismo es lo que conduce a mejores resultados.

Por otro lado, los avances de las neurociencias desestiman el mito de que se usa solo una parte del cerebro. Investigaciones develan que se utiliza la totalidad del órgano pero no al mismo tiempo; sino que cada vez que se emprende una acción, se activa el dos por ciento de la región comprometida con esa función. A modo de metáfora Estanislao presenta a la mesa encefálica como una ciudad de noche en la que las luces se prenden y se apagan, titilan constantemente y cada vez que se hace algo, la parte del órgano que responde a esa acción se enciende.

En consecuencia el hacer casi en simultáneo actividades que implican el uso de la misma parte del cerebro conduce a su estrés y por ende, a disminuir la eficacia y creatividad en las respuestas. Por este motivo surge con frecuencia la sensación común de “estar cansado”, como característica compartida por mal uso de la energía del cerebro. Sucede que la dinámica de los tiempos que corren hace sentir y creer que se puede “hacer todo al mismo tiempo”, pero por ahora somos infinitos mortales.

El multitasking no existe porque cuando pasamos de una actividad a otra, se activan diferentes partes del órgano y en consecuencia, no se realizan las funciones cognitivas al mismo tiempo, sino que como la ciudad de noche, sus lamparitas –sectores- se prenden y apagan cada vez que se activa una región. Eso estresa el cerebro y disminuye su efectividad”, explicó Bachrach.

No ocurre lo mismo con actividades simultáneas que implican el uso de partes diferentes. Por ejemplo, al andar en bicicleta y escuchar música se utiliza el sector auditivo y motriz; sus usos no se interrumpen y por ende no disminuye la eficacia de la acción.

Otro mito popular es que una vez cumplida determinada edad el cerebro comienza a deteriorarse y pierde la capacidad de incorporar conocimientos nuevos con fluidez. La verdad cuenta Bachrach, es que el cerebro es como un músculo y como tal, necesita de la actividad para su buen funcionamiento.

Él asegura que en función de su plasticidad (comunicación entre neuronas y percepción de estímulos) se puede aprender hasta el último día de la vida. En este sentido destaca la importancia de los desafíos para mantenerlo entusiasmado, despierto y vivaz. El jugar al ajedrez, leer asiduamente, estudiar idiomas y resolver problemas de lógica son algunos de los tantos ejercicios para la mente. 

El cerebro de ella y él
El cerebro de la mujer es más pequeño que el del hombre. El de ella está preparado para realizar al mismo tiempo más acciones que involucren diferentes partes del órgano, mientras que el del hombre, trabaja de manera práctica y por compartimentos. Es decir, de a una cosa por vez.

Otra diferencia importante es que el cerebro de la mujer es más comunicativo, intuitivo y empático consigo mismo y los demás. La historia de su atributo data desde la aparición del homo hace cien mil años. El lenguaje tardó sesenta mil años en surgir y durante ese tiempo, la comunicación no verbal fue al directriz de todo.

Estas capacidades se impulsaron en ella por su necesidad de comprender por qué los niños lloraban y discernir por ejemplo, cuáles plantas eran venenosas y cuáles no. Por otro lado, las tareas del hombre se basaban en la caza y vigilancia de posibles ataques. Estas aptitudes en combinación fueron fundamentales para la preservación de la especie y quienes las tuvieran mejor desarrolladas podrían sobrevivir y garantizar su continuidad.

Otro dato interesante radica en por qué generalmente la mujer tarda más tiempo en olvidar incidentes que para los hombres se disuelven más rápido. Y lo positivo es que esta característica tiene nombre y apellido científico. Se trata de la serotonina también conocida como “la hormona de la felicidad”, que puede permanecer hasta tres años en el torrente sanguíneo femenino. Este tiempo que tarda el organismo en sintetizarla afecta por su adhesión y repercute en los estados de ánimo.

Encontrar tu mejor curva
Estanislao propone también una curva óptima de funcionamiento cerebral para cada persona. Se trata del momento en que las hormonas dopamina y noradrenalina están en equilibrio. La primera está relacionada con el nivel de entusiasmo e interés con que se desarrolla una actividad y la segunda, con el grado de atención que se mantiene en el acto.

El científico sostiene que ese momento se da en la mayoría de las personas cerca de las diez de la mañana, pero la apreciación varía según el caso y en eso radica la importancia del autoconocimiento.

Él destacó que en países como Finlandia ya no se hacen reuniones laborales después de las cinco de la tarde porque a esa altura del día, el cerebro está cansado y la mayoría de veces los involucrados se arrepienten de las decisiones tomadas en ese contexto. Bajo esta premisa asegura que es cualidad de buen jefe estar al tanto de las mejores condiciones de rendimiento de sus empleados para potenciar su desempeño.

Conocer nuestro modo de funcionamiento, recuperar la no vergüenza infantil de preguntar e imaginar que las fantasías pueden ser algo concreto; es reavivar y reactivar el poder de un cerebro que es como un microcosmos y carga en sus neuronas con miles de años de aprendizajes, memorias y evolución.


 Juliana Biurrún

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