Tu mejor versión

Cuando ya estás sentada en el restaurante, esperando el plato de la noche, al chef se le ocurre que la comida no está lista y con una acción simple de indecisión pone a prueba tu paciencia. La vida es como ese cocinero que te eligió de plato principal. Primero tantea tu resistencia ante diferentes temperaturas y elije la justa para cocinarte mejor. "Es cuestión de timing" comenta siempre un contemporáneo cuando calcula el momento justo para sacar las pechugas de la sartén. Los condimentos son fundamentales en esta relatividad bienaventurada. Si se pasa de acidez se agrega una pizca de azúcar para contrarrestar. Si está muy salado lo zambulle en agua para disminuir la picazón. Si tiene mucha pimienta, un clavo de olor para cambiar el sabor.


La vida es como el chef estrella de la noche y vos como su plato principal. Una vez definida la mejor temperatura, expone todas tus partes en el mise en place para denotar las virtudes y debilidades con las que tendrá que lidiar. Te deja desnuda, con toda tu carne a merced de sus cuchillas y el tenedor. Te agarra entre sus manos y golpea contra la mesada, como si fuera la primera desilusión de la adolescencia, ese amor que te hizo odiar cada vez que te despertabas para volver al mundo real. Después te humedece con un poco de aceite para amortiguar las caídas que lleguen con la primera adultez. Ya estás lista para empezar a cortar. 

De a poco hunde su filo entre el tejido muscular y revive los traumas de tu niñez. Te deja reposar un rato, esperando que maceren los contenidos y la piel absorba el sabor agregado. Te quiere más rica para la mordida final. Siempre parece temprano para esas cosas, pero según el chef, ya estás en el punto justo para el golpe de horno definitivo. 

El cocinero es la estrella en el mapa de tu vida y vos su vanagloria profesional. Hace con vos lo que quiera y sin escrúpulos cierra la puerta del horno para obligarte a sobrevivir aunque todavía no hayas aprendido a respirar sin oxigeno. 

Te saca del calor cuando supone que llegaste a tu mejor versión. Pero si no está conforme
con el estado madurativo de su creación, arremete de nuevo con todos sus utensilios. Y de nuevo un golpe más sin aviso. Te tira a la sartén como un pedazo de lomo para sellar antes de la mostaza. Agrega más sal, la cantidad justa para escupir contra tu debilidad a la hipertensión, sucede que tu gusto natural no le alcanza.


En algún momento cuando los sabores combinen redondos, el chef dará por  concluida su experimentación. Igual que la señora vida, quien después de pasarte por todos los vaivenes que pongan a prueba el umbral de tu resistencia, no pretenderá más que alcanzar la mejor versión final de vos misma. Así de noble es el objetivo de sus aparentes malas acciones. Ni más, ni un poco menos.

Juli!


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