El agasajo de cocinar


Cuando cocino nunca pruebo el plato hasta el final. Está bastante mal, ya lo sé. Sucede que tengo la extraña teoría de que siempre que los ingredientes combinen en textura y color, resultarán sabrosos o cuanto menos ricos. Se trata de lo tentativo del factor riesgo y sorpresa al que someto a los comensales y a mí.

Los aromas que se evaporan desde las ollas y las imágenes que se mezclan entre las sartenes, disfrazan a la cocina como sala de juego y laboratorio de experimentación. Con todo sobre la mesada o nada en la heladera, se pone en marcha el instinto de supervivencia creativa cuando se despierta la magia que vive en el acto de cocinar(te).
           
Cocinar para alguien más es un acto absoluto de agasajo. Sea un lomo mostaza o tallarines con queso, durante su elaboración, la energía violeta circula desde la mano de quien produce el plato, hasta la porción donde caiga la cuchara para revolver.

El estado de ánimo a la hora de cocinar influye como la luna en las mareas aunque no seas mujer. Y en esto creo con toda mi credulidad inadaptada. Si el humor del “fulano le chef” vibra en positivo, el plato resultará sabroso. Si por el contrario alguna rareza circulara entre sus dedos, el plato, con probada previa o no, terminará en el potencial de haber podido saber mejor.

Todo esto lo comprobé durante mi carrera milimétrica de cocinera novata y caradura. En esa época, cada elaboración se transformó en un ritual que se volvió a un sentimiento dulce y amoroso, sea quien fuere el acompañante en la mesa.

Y es contradictorio, porque para quien escribe, la degustación de comidas es uno de los placeres más grandes de la vida. Pero cuando tiene que cocinar para ella misma, el bondi del arroz con queso siempre la deja bien. Aunque reviente con empachos y después se queje, en su individualidad el acto de comer no trasciende a la necesidad biológica de ponerle nafta al cuerpo. Lo cierto es que en su interior, cocinar para alguien más con sentimiento de agasajo es parecido a hacer el amor.

Usa la cuchara como un puente. “Usa el amor como un puente”. La cuchara combina con el amor, en tres sentidos por lo menos. Se me ocurre que tal vez por eso aparezca en la portada de Amelie. O es que solamente estoy fantaseando de nuevo.

Empecé esta historia contando que cuando cocino nunca pruebo un plato hasta el final. Es parte de un rito divertido de autoexploración del olfato y el sentido común, sobre la percepción de las proporciones y la posibilidad de sentir en la mente el sabor de los colores que los ojos ven.
           
Cuando se caigan mis hipótesis, volveré sobre este tema sólo para decir, “JaJA!”, por afirmar tantas barbaridades juntas. Mientras tanto me voy a cortar las verduras. Está por llegar mi comensal favorito.

¡Hasta la próxima! 
 Yulais


Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Qué es el under?

La casa del guru, el lugar más sagrado de la tierra

Curar desde la conciencia. Terapia de Vidas Pasadas como alternativa de sanación.