Sobre las relaciones modernas
Los
quiebres generacionales se producen como sabemos, por década. Pero la
aceleración de los tiempos que corren, plantea nuevos modos de vinculación a
una velocidad en la que los preceptos e ideas sobre las formas de relación que
nos inculcaron familiar y culturalmente a los pares de esta década, se resbalan
sin freno como la sabia que cae por una corteza.
Primero
con el modelo de familia arcaica de mamá, papá, hermanos y perro. Después con
los pasos de la vida en la formalización de vínculos y títulos. Trece años de
escuela, seis de facultad, dos de postgrado, pareja estable, casamiento, hijos
y nietos. Los delirios de despiertos parecen terminar al fin de la carrera y
con una firma en la libreta civil. Todo en vísperas de los 30 y con una persona
del sexo opuesto. Ni se te ocurra mirar a un varón si tenés huevos.
Los más
conservadores tildaron de rea a esta juventud adulta que pide por la
legalización del cannabis y el cambio de identidad sexual en el DNI. ¿Pero cómo
se ve desde ésta generación el panorama que nos presentan los más actuales?
Por
empezar, los quiebres parecen haberse salido de regla y acotado en el tiempo.
Las diferentes construcciones sobre los modos de ser y hacer entre personajes
cercanos cronológicamente, surgen con impronta más fuerte en lo estructural y
conceptual. El amor libre clava bandera en lo sexual como expresión primera,
con una línea débil y delgada entre libertad y libertinaje.
Las
preguntas que ya se hicieron todas las generaciones pasadas sobre la
unidireccionalidad del amor y la monogamia como condición sine quanon, hoy caen
por obsoletas, a partir de la aceptación colectiva de toda una prole progresiva
en libertades individuales como valor primero, que toma fuerza desde las ideas
y se materializa en posturas jóvenes que se escuchan cada vez más.
Y en
este lugar renace el debate sobre los límites de la fidelidad en lo referido a los
pensamientos, las visiones, los deseos, la curiosidad, los ratones y el
contacto carnal. Es irrisorio pretender que un sujeto no mire hacia atrás o por
el costado con deseo, o fantasee con un compañero de trabajo, una amiga del
grupo. Quien esté libre que tire la primera piedra.
La idea
más plana del significado de fidelidad queda descontextualizada en este tiempo de
cambio. Y no por ello desaparece como valor ético y moral. Por el contrario, se
mantiene como una elección de construcción no restrictiva del instinto innato.
El
sujeto de amor en una relación vincular, es un ser individual e independiente
por sobre todas las cosas. Si se le restringe la posibilidad de fantasear en lo
más íntimo de sus pensamientos, de probar otras texturas cuando su instinto le
grite desde el cuore que necesita otra piel para renovarse (o compartir para
retroalimentar el dúo); se corre contra la propia naturaleza animal que
marca la especie humana.
Obligar
a este estado es como encerrar a un tigre en una jaula gigante de zoológico.
Puede sentir que está libre por el espacio para recorrer, pero vive sus días en
un encierro invisible.
Desde
las palabras suena todo lindo. Pero el quiebre que esa filosofía exige continúa
lejano. Podrá concretarse tal vez, cuando logremos enraizar con honestidad una
idea de amor libre, en la que el sujeto del sentimiento no sea restrictivo a
nuestra persona por imposición implícita.
Pero
claro, ¿quién está dispuesto a dejar que su chico se divierta en otro lugar
para después volver a la casa de mejor humor? Lo que se pretende para uno
mismo, tiene que atravesar primero la barrera inmensa de comprender sin sufrir
y ver sin alterarse, que la propiedad privada es una farsa neandertal que se
incrustó en los tiempos modernos.
¿Cómo
se hace para sobreponer los pensamientos a los sentimientos y aceptar de
verdad, la pretendida libertad sin que cualquier producto de su uso, duela? Es
el debate por contradicción lo que mantiene el movimiento y estimula nuevos
paradigmas para la elevación del ser.
Hasta la próxima!
Juli
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