Sobre la sabiduría
Hace rato que tengo pendiente este texto, desde aquella noche fría
en el balcón, cuando el cielo de la ciudad titilaba en puentes amarillos y el
hielo se deshacía en la espuuma acartonnadaa… ahhh.
Volvamos. Estábamos en el bla bla de la
espuma mientras intentaba empezar un tema. Hoy le toca a la sabiduría, por ahí
vamos. ¿Te gustaría acercarte a sabio? Mucha ambición y sin vergüenza.
¿Insolentes? Sí. ¿Ilusos? Tal vez. ¿Cobardes? Nunca. Del deseo surgió la
pregunta y del debate un experimento de respuesta. ¿Qué es la sabiduría?
Reflexionemos. La sabiduría está por
encima del conocimiento. Es su antecesora, la esencia del saber propio. Remite a
lo viejo y antiguo, a lo añejo. Por eso en las películas, los dibujos y los
cuentos, casi siempre se grafica en ancianos.
Lo vinculado a la sabiduría o su ideal
está inserto en lo colectivo. Tal vez por eso es lo que hoy más se reproduce en
las redes sociales. Todo lo relacionado a los valores individuales, el amor, la
conciencia, la verdad, la elección y la libertad, es lo que más se socializa
entre usuarios. La pasión, los sueños y la liberación aparecen como claves para
el nuevo mundo.
Fui mi propio conejillo de indias cuando compartí una publicación que decía, “quédate con quien te reta
intelectualmente, te ama sabiamente, te prende físicamente y te perdona
conscientemente”. Me encantó. Y cómo no mostrarla, si ya quisiera que
muchos pensaran igual. Demasiadas situaciones se evitarían si se recapitulara
así por un rato.
La sabiduría es una condición restricta.
Quienes viven en la carencia del tipo que sea, primero deben saciarla para
considerar, por lo menos, pensar en ella. Quizás cuando lo logren terminen más cerca suyo, más que vos y yo que nos estamos leyendo por una pantalla
y cable de red.
Permito convencerme de que la
sabiduría significa comprender y sembrar desde adentro hacia el alrededor. El
que comprende no juzga, pero visualiza lo suficiente para discernir con la
intención correcta. Y quien comparte su conocimiento para aconsejar y repartir bien, con seguridad en su conciencia bondadosa, va por la calle correcta
si es lo que busca.
Es un lugar sobre el que se indaga y anhela. Es como la utopía de Eduardo Galeano. Y he
aquí alguien sabio, “la utopía está en el
horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre
diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para
caminar”.
La sabiduría es como la utopía. Su
búsqueda nos hace caminar dos, tres, cinco millones de pasos hacia el horizonte
arisco, que se corre para tentar a su alcance. Solo por eso seguimos andando.
Y aunque no tiene nada que ver, estoy sola
en el living de casa, un jueves ya viernes a la 1.38 de la madrugada. Los
gatos se pelean en el piso, corren las sillas y molestan al de abajo. Quizás a
ellos se refirió el vecino cuando se quejó de alguien que corría los muebles
entre las doce y las tres. Sí, debe haber sido por ellos.
Y Luciano suena en el único auricular
que tengo puesto. No me canso de escucharlo esta noche en el sillón.
Y pienso en que ojalá algún día me
vuelva sabia junto a quienes están alrededor. Que podamos entender en
esencia auténtica la mera verdad de todo, para desenredar un poco esta simple y
jodida contradicción.
Hasta pronto.
Yuls.
Yuls.
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