Sensaciones de recuerdos

Entre gallos y delirios


Los momentos, las sensaciones. Los recuerdos como autopistas con autos rojos y amarillos corriendo a 180. Reflejos y ruidos. Mezcla de color, abstracción. Naranja intenso, calor. Días, noches y recuerdos. Calor mucho calor. La piel tibia, el bello a contraluz. Las pecas marcadas, las pupilas diminutas, como átomos de todo el universo expandidos en búsqueda y realidad. Sonidos. Tacto. Suavidad. Quemaduras y corrientes heladas que sacuden la carne, agitan la sangre. Y la electricidad nace desde adentro, donde la dinámica del eje gira absolutamente imperceptible a la percepción física. Empieza ahí, en cada glóbulo que practica contracción. La sangre en movimiento irradia calor. Ese calor brilla, se vuelve naranja, amarillo intenso. Se vuelve color luz.

Y ya no recordamos por recuerdos. Recordamos por colores y sensaciones. Recordamos por empatía y energía. Recordamos impresiones que nos dieron miradas, algún roce o esa actitud inesperada. Recordamos la libertad de conversar con un amigo, la complicidad que compartimos entre nosotras. Los lenguajes de cada grupo, las canciones. Los lugares, los gustos, las contradicciones. Recordamos cómo nos cayó una amiga de un amigo a la que no conocíamos. No la recordamos a ella, o a él. Sólo sabemos cómo nos cayó. La impresión se vuelve instintiva, en cosa de espina. Y con eso alcanza.

Recordar por sensaciones. Seleccionar nuestra historia con filtro emocional y primario. Reescribirnos en una meta nueva. Ese es el aprendizaje primero.

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