Sergio Ávalos, a ocho años de su desaparición

 El 14 de junio de 2003, un pibe de 18 años oriundo de Picún Leufú y estudiante de Contador Público en la Universidad Nacional del Comahue, fue con sus amigos a bailar al boliche “Las Palmas”. Entraron todos juntos, pero en algún momento se separó del resto y nadie lo vio salir, tampoco lo volvieron a ver. La interrogante sobre su paradero surgió el día después, cuando este chico de Picún, Sergio Ávalos, no arribó a ninguno de los destinos posibles.


Automáticamente las marchas estudiantiles colmaron la ciudad y las búsquedas con rastrillajes comenzaron a ser manotazos de la ¿justicia?. La universidad tomó partido y oficializó una preocupación poco creíble, mientras que el gobierno provincial “compró un helicóptero para buscarlo” (vamos a fingir ingenuidad). Al poco tiempo se había desatado una docena de rumores y falsas hipótesis sobre lo sucedido. “Lo mataron los patovicas”, “se lo tiraron a los chanchos”, “estaba con la novia de uno de los de seguridad”, “lo incineraron en las hogueras del boliche”, fueron algunas de ellas. Incluso cada tanto aparecía un algún testigo que aseguraba haberlo visto en algún lugar.


Hoy ocho años después nada se pudo aclarar del caso. Así como si nada, Sergio dejó de ocupar un banco en la universidad o compartir un almuerzo en familia. Y con escalofríos entre los dedos resulta imposible no asemejarlo con aquella secuencia nefasta que se llevó a 30 mil almas del patrimonio humano nacional.


Un desaparecido es alguien que no está. No es un muerto ni nada, simplemente no está”, dijo con la cara más dura que una piedra el bigotudo Videla. ¿Les recuerdan algo esos bigotes? Al ex gobernador también bigotudo, que se sentaba en el edificio de calle Roca hace ocho años (cuando Sergio desapareció) y que fue “chico diez” según el militar del ‘76.


Venido el caso, voy a recordar en pocas líneas una anécdota curiosa. En 1979 Videla visitó Neuquén y fue cuando el pavimento de Avenida Argentina, ante tan honorífica presencia, se extendió hasta la Plaza de las Banderas (ahora del Centenario). Ese señor dio una reunión abierta de la que participaron 17 jóvenes elegidos especialmente para manifestar inquietudes de diferentes ámbitos sociales. Entre ellos se encontraba el ex gobernador Jorge Omar, quien impresionó al dictador con la “firmeza y convicción de sus ideas”. Tal fue la empatía que le generó, que lo calificó como “el chico diez”.


Ya lo dijo un barbudo, Carlos Marx, “la historia se repite dos veces, primero como tragedia y después como parodia”. Y si acontecimientos del contexto actual no parecen una caricatura de lo que pasó, permítanme decirles que pasan raspando. A Jorge Julio López se lo nombra miles de veces y es quizás el único desaparecido con sospechas de fines políticos, es decir, un desaparecido político real. Pero a él se le suman docenas de ausencias que independientemente del fin de sus autores - como explotación sexual o ajustes de cuentas - son acciones que arrancan con la misma brutalidad a un individuo de su entorno. Y ni hablar de la cantidad de mujeres robadas por redes de trata que frustrantemente ya no causan sorpresa sino impunidad.


Recordemos algunos: Marita Verón, Andrea Noemí Rosas, Florencia Pennachi, Fernanda Aguirre, Sonia Toro, Iván Eladio Torres, Hernán Soto, Emanuel Velázquez, Silvia Picón, Pablo Plascencio, Benjamín Pairo, Miguel Ángel Linares, Eduardo Díaz, Ángela Carolina Díaz…


Hoy es 14 de junio del 2011 y las marchas y reclamos volvieron a aparecer en la ciudad, pero nunca se fueron. Siempre estuvieron en el mismo lugar y con la misma cara, con el mismo dolor de quienes sufrieron ese arrebato en carne propia. Y hoy, 14 de junio, con un frío insoportable y cenizas de un volcán que se acaba de manifestar, la voz volvió a sonar y las preguntas volvieron a interrogar. ¿Quién y por qué desapareció a Sergio? ¿Cuál es el peso del hecho que ni la infraestructura de todo un Estado alcanzó para localizarlo?, o por el contrario, ¿qué tan significativo es que toda esta infraestructura no quiere encontrarlo?    

Hasta la próxima
Juliana D. Biurrún

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