Día de la ¿memoria?

Hace unos días se cumplieron 35 años del Golpe Genocida del ’76. Recuerdo montones de historias que me contaron mis viejos sobre sus vidas en aquella época. Sus amigos desaparecidos, las apariciones de la policía montada en la facultad, la persecución a mi vieja porque se había olvidado una bandera en el mástil de la escuela, el amigo íntimo de mi viejo al que le descubrió que escondía armas y montoneros en el fondo de su casa y al poco tiempo desapareció. Cosas atroces pasaban todos los días, algunos se enteraban, otros pecaban de ignorancia y se conformaban con el “algo habrán hecho”.

Repaso mis días de paso por la escuela y las cosas que contaban los maestros. No eran tantas y en honor a la verdad, ni siquiera las recuerdo.  Tuve suerte de que algún profesor copado en los estudios superiores haya llevado el tema a las clases y seguido mis delirios por investigar y escribir alguna cosa rara al respecto. Por suerte siempre sufrí de la vendita enfermedad de la curiosidad y fui aprendiendo cosas por mi parte, por preguntona, por la cosa hippie y socialista que me había agarrado en su momento; por todo lo que generaba en mi espíritu (inocente) la militancia manifestada en la calle y en las paredes, en el arte, la música y la expresión. Siempre miré con cierta admiración a los jóvenes de aquella época y sus convicciones de corazón. Y tristemente muchas veces encontré apagada esa chispa de intrepidez en el cotidiano que me rodeaba.  

Hace poco un profesor de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional del Comahue, antiguo militante del Partido Comunista y capacitado en Alemania Oriental (antes de la caída del muro, claro está), dijo estar sorprendido por el aumento de la militancia en la juventud. Aparentemente recién en los nacidos a partir del ’80 (por establecer una fecha tipo) la curiosidad empezó a tomar más protagonismo. Al contrario, en el conjunto nacido en la década previa - quizás por haber mamado la resaca del miedo - el letargo indagatorio y manifestante se lleva el rol principal.

Durante el 2002, el 24 de marzo fue decretado por el Congreso de la Nación como el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, laborable e inamovible, en conmemoración a las víctimas civiles de aquella dictadura. Durante la gestión Kirchner, el mismo se convirtió a no laboral y movible. Tras intensas críticas, terminó por establecerse en un feriado fijo, es decir, sin posibilidad de corrimiento. 

Repasemos. “Día de la Memoria - Feriado movible”, en el que poco se pone en práctica el espíritu que le da nombre y mucho se practica el ocio de un día libre. Su ley motive no es el recuerdo activo por las lenguas de secuestrados que se perforaban mientras los machacaban con la picana, ni por la vieja que moría de angustia porque su hijo no volvía; tampoco por los cuerpos dormidos que caían desde los vuelos de la muerte directo al Río de la Plata.  

Con una carga totalmente nefasta, se convierte en un feriado nacional para incentivar el turismo, hacer circular a la economía y así fomentar el crecimiento monetario de los agentes del mercado. Pero si es el día de la memoria, debería ser el día por la memoria. Las escuelas no tendrían colgar los borradores ni los maestros los guardapolvos. Todos deberíamos reunirnos como un día más y usarlo para recordar, entender y conocer lo que pasó hace tres décadas y media. 

El 2 de abril se cumplió otro aniversario de la ocupación Argentina a las Islas Malvinas. Una guerra perdida desde el principio que actuó como manotazo de ahogado de un gobierno milico que ya no podía controlar nada, que estaba superado por las denuncias y manchado en demasía con todos los adjetivos que referencian a los asesinos. De nuevo recuerdos de historias de mi familia, que contaban que mi vieja lloraba cuando veía como los pibes iban a la guerra. Un delirio armado en un intento de recuperación de soberanía, ¿cómo pudieron imaginar que Estados Unidos, aliado histórico de Inglaterra, apoyaría a los “sudacas argentinos”? ¿Y cómo imaginar que el gobierno de Chile iba a convertirse en aliado del trasatlántico? Fue una guerra de paradojas sin inocencia.

Y hoy después de 35 años, el sentimiento en los afectados directos sigue tan vivo como en aquellos días. Tengo grabada en la retina miradas de conversaciones con Madres que me contaron la historia de sus hijos desaparecidos y el proceso que tuvieron que atravesar para convertir el dolor en fortaleza. Recuerdo como si los hubiera visto ayer, los ojos convertirse en brillo de vidrio de quien me contó que tuvo que pasar días sin tomar agua por la electricidad residual en su cuerpo producto de la picana. 

Hace tres días se conoció la condena a cuatro represores más (después de 35 años). La justicia es lenta pero llega, por lo menos tengamos fe en eso. Mientras tanto elijamos recordar y gritar siempre Nunca Más

Hasta la próxima

Juliana D. Biurrún

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