Historia de una noche en la que el reggae se apoderó de la ciudad

          ¿Cuál puede ser el mejor regalo para el público de una ciudad en la que el reggae se insertó (a paso lento pero seguro) entre las listas de reproducción de casi todos los adeptos a la música? La respuesta es simple, una jornada de reggae furioso, de artistas al cuadrado que tiñan una noche de sábado con verde, amarillo y rojo.
El pasado 25 se presentaron en el boliche Complejo Bloke,   Dread Mar-I junto a su banda Los Guerreros del Fuego y los chilenos de Gondwana. Diez en punto una batahola de grabes iniciaron el ritmo y enmarcaron al clásico “Vos y tu maldad” de Mariano Javier Castro (Dread Mar – I). El púbico encendido no dejó de moverse a la par del ritmo, ni de acompañar al carismático cantante de rastas eternas canción tras canción en la recorrida por su discografía, desde la etapa más under hasta su último disco, “Vivi en Do”.


Después de casi una hora y media de show según lo acusado por el reloj, los Gondwana subieron al escenario y dieron fin a la espera de escuchar en vivo a una de las bandas más importantes del reggae actual. Sus inicios datan de 1987, cuando I-Locks (bajista y líder) escuchó una cinta del género que robó su fascinación. Fue en aquel entonces que inició un reclutamiento de músicos y amigos para sumarse al proyecto que hoy los coloca entre la elite del ritmo jamaiquino.


Para sorpresa de los presentes, el cantante Kingo apareció sin sus famosas rastas por debajo de la cintura, vestía su cabeza sólo con una sencilla gorra negra y cubría su torso con una “fachera” campera de cuero. Esta imagen invitó al análisis de los hipotéticos por qués del cambio de look. O se alejó internamente de la cultura rasta que marcaba su estética, o dio un giro ideológico en el que consideró disociable esos signos de su pensamiento, o simplemente un día se cansó del peso sobre su sien y decidió amigarse con la tijera. Seguramente esta última es la opción correcta, pero los pensamientos rebuscados siempre aparecen para darle una cuota de emoción a la interpretación personal.


Con total subjetividad debo reconocer que me encantó esta sorpresa visual. Kingo apareció para derribar con todos los estereotipos que dicen que para ser reggae hay que tener rastas y usar chala (seguramente de ella no se desligó, pero tampoco importa). El rastafarismo es una ideología, y las creencias trascienden a la muestra ornamental.


A pesar de la conjunción de los dos grupos, el lugar no se colmó como cuando hace un mes atrás se presentaron los argentinos de Nonpalidece. Es que ellos actualmente lideran la escena y lograron ubicarse en la categoría superior de popularidad – intuyo que es el mismo camino que sigue Dread Mar – I. La última presentación de Mariano Castro fue hace unos meses en el boliche Kimika de la vecina ciudad de Cipolletti, al igual que Gondwana hace un año atrás. En esas oportunidades la concurrencia del primero superó por casi el doble al segundo. Esto es muestra clara de que el gusto y las adhesiones van fuerte de la mano con la notoriedad general. No en vano el sociólogo David Le Bretón aseguró que “las percepciones sensoriales son resultado de las relaciones sociales”.


En lo que respecta a la calidad musical (dejando de lado los gustos personales), la aptitud de los Gondwana superó a Dread Mar – I y su banda. Los arreglos instrumentales más elaborados y presentes, sumados a la variedad de melodías ondulantes, acompañaron de manera impecable a la mayor belleza de la banda, la voz de su cantante. Esta es una apreciación personal que no busca desmerecer a ningún artista, sino hacer una leve evaluación en lo que a mi criterio respecta.


En relación al sonido, sucedió lo que siempre en el lugar. Hacia el centro todo parejo, pero al alejarse del eje, los grabes de los que soy amante, podían llegar a hacerte vibrar los tímpanos por el excesivo nivel del volumen. Esto deja claro que el esfuerzo de cualquier banda por sonar bien, puede ser tirado por la borda si no cuenta con un buen técnico y lugar que la acompañe.


La noche del sábado fue una velada en la que todos (siempre hay excepciones) nos divertimos y bailamos a la par. Dentro de la pista podía observarse una masa uniforme de cuerpos que se movían de un costado al otro, siempre cantando y al mismo compás, adornados por el eterno humo que subía como un “hilo ondulado” para perfumar el lugar.

A pesar de que Gondwana recorrió clásicos como Chainga Langa, Aire de Jah, Dulce Amor, Mi Princesa y Amanda, entre otros, no les vamos a perdonar que no nos hayan permitido endulzarnos con Armonía de Amor. Por eso para empalagarnos un poco, acá dejo la canción.
 


Juliana D. Biurrún


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